El sábado pasado fui víctima de uno de los actos más lamentables de toda la historia de la humanidad: Fui contagiado de rubéola. Como saben (o no) ese día empezaron las elecciones para nuevos comités vecinales. Yo fui a una de las casillas para evitar que hicieran sus marranadas porque soy parte de la liga de la justicia democrática. No hablaré más de ese tema, este país está muy podrido y es todo lo que deben saber. El punto aquí son las personas que estaban ahí, todos eran vendedores ambulantes que me conocen y saben del peligro que represento para ellos, así que diseñaron un plan infalible para dejarme fuera de combate: Un ataque biológico. A las 5 de la mañana del viernes pasado, Eusebio, vendedor de baterías para reloj, salió de un laboratorio secreto portando ya el temible virus. Se dirigió a su casa de lámina para ver a su familia; después de contagiarlos, llamó a toda su tribu de vendedores para pasarles el virus también. Esto estaba organizado desde arriba, las...