Hoy, mis
queridos amigos, les contaré una historia de horror. Una historia de horror…
VERÍDICA.
El horror
ocurrió hace ya 7 años, en aquella noche oscura y presagiosa. Como saben (o no), en ese tiempo tenía un enorme perro pastor inglés. Era muy agresivo peeeero, estúpidamente
cobarde. Se asustaba con los truenos, los ruidos leves, un simple bu.
Yo vivía en
una casa muy grande de dos pisos. Se dividía en tres departamentos: En el de
arriba vivía una tía, en el de abajo mi mamá, mi hermano y yo; en el último,
que tenía dos pisos, vivía mi madrina.
Ella se
había ido de vacaciones y su
departamento estaba vacío. En cuanto a mi tía, pues estaba muerta. Y el
departamento vacío también.
Total que en
la casa sólo estábamos mi mamá, mi hermano, el perro y yo.
Eran como
las 8 de la noche y sacamos a pasear al perro. Todo en orden: orinó por ahí, le
ladró a todo lo que se movía, etc.
Regresamos a casa y unos metros antes de llegar a la puerta, el perro no
quiso avanzar. Lo jalé con la correa pero no se movía y era un pinche perrote,
estaba cabrón cargarlo. De pronto comenzó a gruñir y a ladrar hacia la casa.
También retrocedía cada vez más. Nos sacamos de onda, pero pensamos que le
ladraba a un grillo o a una pelusa o a la nada. Hicimos que entrara como pudimos, cruzamos la mitad del patio y cuando estábamos cerca de
unas escaleras que llevaban a la azotea, el perro salió corriendo a la calle.
Ya estaba oscuro y salimos a perseguirlo por miedo a que lo arrollaran. Lo
encontramos a media calle sentado y gruñendo.
Mi hermano
se asustó, dijo que había algo en la casa y que no pensaba entrar. Como yo era
muy valiente y cool le dije “no mames, no hay nada, seguramente el perro vio
una partícula de polvo y se asustó”. Mi mamá, mi hermano, el perro y yo
estábamos parados a media calle. Observamos la casa y no había ningún
movimiento. En eso, la vecina de al lado
se asomó por la ventana y nos saludó. Como mi hermano estaba asustado, mi mamá
le dijo que se quedarían un rato en casa de la vecina. Tocamos la puerta, nos
abrió y nos vio con cara de extrañeza. Nos dijo “ah caray, pensé que estaban en
su casa”. En cuanto escuché eso pensé “oh mierda, seguro escuchó algún ruido
mientras no estábamos, fantástico”. Y en efecto, la vecina dijo que había
escuchado ruidos en la azotea, justo por donde el perro había salido huyendo.
Aceptando la posibilidad de que alguien o algo podría estar en la casa,
cerramos la puerta y nos quedamos con la vecina. Ella sugirió llamar a una
patrulla para que revisaran la casa. Verán, en la parte trasera había una barda
que dividía mi casa y una bodega donde guardaban cosas para salones de fiestas como mesas, sillas y esa basura. Como la barda no era muy alta, era factible
que alguien se hubiera colado a la bodega y después a la casa.
En este momento deben saber que soy el rey
de las decisiones estúpidas, claro que no parecen estúpidas en mi cabeza, pero
lo son al momento de ejecutarlas. Para defender mi título, les dije que yo iría
solo a revisar porque no tenía miedo y era un guerrero, ninja, jedi legendario místico ancestral.
Mi mamá
aceptó porque al parecer no temía que su hijo fuera asesinado por la fuerza
oscura que estaba dentro de la casa. Estaba todavía más oscuro y las luces
estaban apagadas. En cuanto pude entrar a mi casa, encendí todo. Fui a mi
cuarto y tomé una barra de metal que tenía por alguna razón. La verdad es que
estaba nervioso, pero me motivaba el hecho de quedar como un héroe. Primero
revisé mi casa: La sala, el baño, los cuartos de mi mamá y mi hermano. Todo en
orden y sin sobresaltos. Sabía que el reto vendría al tener que revisar los
departamentos de mis tías que no solo estaban oscuros, también eran más grandes
y con más lugares en donde los asesinos podrían esconderse. Salí de la casa y
abrí el departamento de mi tía (la muerta). Subí por la escalera a oscuras
porque el estúpido interruptor estaba arriba. Encendí la luz y me sentí muy,
muy nervioso. Comencé a inspeccionar y a gritar cosas como “sal de ahí, puto, te voy
romper tu puta madre” y otras finuras. Afortunadamente nadie salió. El
departamento de mi tía estaba limpio.
Solo quedaba
el departamento de mi madrina. El más grande. Salí a la calle y mi mamá me
preguntó si había encontrado algo. Y le dije “uy sí, los 40 ladrones de Ali Babá”. Bromeaba para no sentir miedo. Volví a entrar
y me dirigí a las escaleras de la azotea; el perro había salido corriendo al
llegar ahí, así que algo podría encontrarse arriba, por eso decidí dejarlo al último.
Entré al depa de mi madrina. Encendí la luz de la sala, revise la cocina y el
baño. Nada. Cuando estaba a punto de subir al segundo piso, escuché como si
saltaran. Obviamente casi me orino del miedo. Me quedé ahí parado pensando en
que tal vez nunca más podría comer pizza. Qué feo momento.
Me armé de
valor y subí la escalera. Entré a las habitaciones y no había nada. Fui a la
recámara en donde estaba la puerta a la azotea, era una puerta muy vieja y muy
ruidosa. Cuando la abrí hizo escándalo. Subí a la azotea, ahí no había luz,
estaba totalmente oscuro. Ya quería salir de ahí, me sentía muy extraño, sentía
como si estuvieran viéndome y no había paparazzis cerca. Me quedé petrificado
cerca de las escaleras, había escuchado algo a unos metros de la barda que les
mencionaba. Estaba seguro de que sí había alguien y estaba en el
primer nivel de la azotea. Bajé corriendo, cerré todas las puertas y llegué a
las escaleras de la azotea (donde el perro había salido corriendo, otra vez). Agarré la barra de metal con toda la decisión
del mundo. Mientras subía escuchaba muchos ruidos. Me detuve en el último
escalón, suspiré y entré a la azotea. De nuevo el problema era la oscuridad. Había
un pequeño cuarto en donde poníamos cosas viejas o que ya no ocupábamos y pensé "uh, igual y por aquí anda el abuelo". Justo
de ahí venían los ruidos. Y ésta es la parte increíble de la historia. Si
quieren creerla bien, si no, también.
Me quedé
parado a unos metros del cuarto. Estaba muriendo de miedo. Traté de gritar
igual que antes, pero no salía sonido alguno de mi boca.
Todo pasó
rápido y fue muy extraño. Empecé a sentirme mareado y no pude moverme. La vista
se nubló y con la oscuridad no veía casi nada. Reaccioné, corrí como loco hacia
el cuarto dispuesto a darle con todo a lo que fuera que estaba ahí. Pero no
pude. "Eso" saltó hacia la azotea del segundo piso. Mandé todo a la verga, solté la barra de metal y salí corriendo.
Cuando salí a la calle estaba pálido, les dije a todos lo que había pasado y
entramos a casa de la vecina.
Ya más
tranquilo, mi mamá me dijo que tal vez no fue nada, que la poca luz y el miedo
me habían hecho ver cosas que no estaban ahí. Le creí.
Como aún
estaba nervioso, mi vecina nos ofreció pasar la noche en su casa.
No pude
dormir.
Me levanté y
vi a la vecina y a mi mamá hablando, decía que no podía ser cierto lo que
decía, que había visto mal. No le di importancia porque, en el fondo, sabía que
podrían tener razón, que estaba tan asustado que mi mente me había jugado una
broma.
Como a las 5
de la mañana por fin logré dormir.
Nos
levantamos a las 9. Bajamos a desayunar y a hablar. Ya estaba totalmente
calmado.
Y de pronto,
de la nada, es escuchó como si abrieran la puerta de la azotea, la que era muy
ruidosa.
Todos lo
oyeron.
Entramos en
pánico y llamamos a una patrulla (cosa que debimos hacer en un principio). Les
dijimos lo que había pasado, entraron, registraron la casa y no hallaron nada.
Nada.
Les volví a
contar lo que había visto: Una figura negra saltando.
Después de
tres horas, mi mamá, católica fiel, decidió ir por el cura de la iglesia. Le
explicó que había pasado y le pidió que fuera a echar agua bendita a la casa.
El cura fue.
Echo agua por todos lados, sobre todo en donde había visto esa cosa.
Después de
eso, no volvió a pasar absolutamente nada. Ni un ruido, ni una aparición
extraña, nada.
Ahora subo a esa
azotea con toda la confianza y sin nervios.
Siempre he
sido escéptico en ese tipo de cosas, pero sé lo que vi aquella noche. No,
momento, no sé lo que vi.
Y pues qué
raro.
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