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El Maestro de parranda


Como saben (o no) hace poco vi la película “Proyect X”; me pareció divertida aún siendo malísima porque soy un hombre sencillo y contradictorio. Por si no la han visto, aquí tienen un resumen: Tres adolescentes socialmente rechazados (ajá, como ustedes) planean hacer la mejor fiesta de todos los tiempos. Música, alcohol, drogas, sexo, de todo.

El jolgorio se les sale de control: la casa es destruida, interviene el equipo SWAT y son atacados por un loco con un lanzallamas.  Aún así la fiesta resulta un éxito y los adolescentes se vuelven leyendas. Fin.

Cuando terminó pensé “oh vaya, creo que nunca he ido a una fiesta tan loca como esa”. O tal vez sí y estuvo tan loca que ni la recuerdo. En fin, he decidido contarles del reventón más loco al que he asistido. Acomódense en su silla frente al monitor, señoras y señores, que aquí vamos.

Todo comenzó en quinto de prepa. En mi salón había una chava a quien llamaremos “fresa babosa”. Aquella mañana estaba sentado cómodamente en mi banca pensando en cosas de vital importancia para la sociedad, como por qué lo yo-yos son redondos y no triangulares, se verían más cool y hipsters.  Fresa babosa se me acercó y me dijo “qué onda, apuesto El Maestro, ¿me concederá el honor de asistir a mi fiesta? Molesto porque me sacó de mi meditación, le dije “pues sí… ¿cuándo es o qué?”, sacó una libretita donde apuntó mi nombre (supongo) y me dijo “es el sábado”. Resignado busqué el evento en Facebook pero no lo encontré porque Facebook aún no existía.

Al salir de la escuela busqué a mi mejor amiga, a quien llamaremos “ojos azules”, como el dragón de Yu-gi-oh. Ojos azules estaba muy emocionada, dijo que la casa de fresa babosa era enorme y que sería la mejor fiesta de la historia. Usando mis superpoderes de amargado, le propuse no ir y quedarnos en su casa a hacer cosas de amargados, pero ella era inmune a mis poderes. El Maestro iba a ir a esa fiesta.

La cita era a las 9, así que pasé por ojos azules a las 8: 30. No estaba lista. ¿Quién lo diría?, una mujer que tarda años en arreglarse. Salimos de su casa 9:35 y en el camino le expuse más de 150 razones por las cuales prefería no ir a la fiesta, como quedarme en mi casa y esperar a que inventaran Twitter. Llegamos a casa de fresa babosa ahí en la Nápoles. En verdad era enorme. Y más enorme la fila para entrar. Llegamos a la puerta donde nos recibió el clásico dude con una lista, un audífono y una cara prepotente. Nos preguntó nuestros nombres y yo dije “Cristóbal Colón”. Nadie se rió. Entramos a un jardín más grande que la vergüenza de Alemania tras el holocausto, fresa babosa nos dio la bienvenida y nos invitó una chela. Fui a echar un ojito y descubrí una mesa con pizza, PIZZA. La noche ya había valido la pena. Las personas eran feas, feos, gordas, gordas feas, chicas sensuales pero pendejas y gente de mi escuela, también pendeja. Podías estar en el jardín delantero y trasero (donde instalaron una pista de baile) y tenías acceso al primer piso de la casa. Las cosas transcurrieron tranquilamente por una hora, me la pasé comiendo pizza, bebiendo e ignorando a todos. A eso de las 11, ojos azules me buscó para bailar, aún sabiendo que odio bailar. Qué malvada.

Mis dos pies izquierdos, mi nula coordinación motriz y yo hicimos nuestro acostumbrado oso al bailar, pero lo sobrellevamos.

A las 12 de la noche la pizza se había acabado, ya no tenía razones para seguir ahí. Pero ojos azules quería quedarse porque amaba verme morir de aburrimiento. Se encontró con su grupito de amigas pendejas y yo me di a la fuga. Entré a la casa donde había miles de adolescentes ebrios y calientes. Fajes, fajes everywhere. Anduve por ahí, fui al baño y casi rompo un cuadro porque se me ocurrió moverlo.

No tenía nada que hacer. Entonces apareció ella, la llamaremos “tatuaje”. Era una chava muy guapa con un tatuaje en el cuello. Se me quedó viendo, se acercó y me dijo “yo vi lo del cuadro”. Tardé quince años en comprender de qué hablaba y le dije “pues no hubo víctimas, soy inocente”. Empezamos a platicar, no recuerdo de qué estupidez. Fresa babosa dio acceso al segundo piso porque estaba muy borracha. Nos sentamos en las escaleras donde criticamos a todos los invitados. Que si era fea, que si era bajito, que si estaba bien pinche bizco.

Deben saber que aunque soy increíblemente guapo, tengo problemas para “ligar” y lo atribuyo a que soy muy mamón, por eso no iba a dejar pasar esa oportunidad. La chica era sensual, graciosa y amargada. Me les casaba, chavos.

Platicamos como una hora y media en la casa, hasta que a tatuaje se le antojó una chela. Cuando salimos noté que había mucha más gente, estoy seguro de que estaba toda mi escuela, todas las escuelas del D.F. y el elenco completo de StarWars. Tatuaje agarró una caguama y me tomó del brazo. Salimos un rato a la calle y bebimos ahí, en la oscuridad. En media hora ya estaba muy ebria. Yo no tanto. Regresamos a la casa y todos tenían luces de bengala, de esas varitas enormes que prenden bien bonito. Nos robamos un par, las encendimos y nos correteamos por ahí, justo como niños babosos en salón de fiestas.

Todo era risas y diversión hasta que se nos ocurrió usarlas como sables de luz, porque lo que su apuesto servidor ignoraba, es que los poderes jedi se reducen en un 100% cuando se está borracho. Le di un madrazo en la cara a un dude enorme quien se enojó con toda razón. Como el caballero que soy le dije “vete a la verga, puto, eso te pasa por no respetar mi espacio”. El dude gigante se enojó más, me empujó y me caí. Pero al caer tiré a dos chavas feas. Punto para mí. Tatuaje me levantó y me alejó del peligro. Nos fuimos a otra parte del jardín, dejamos las luces y las cosas se pusieron románticas. O algo así.

Tatuaje me dio un beso. Eso fue todo. Pero lo hizo frente a su novio. Así es, tenía novio y estaba tan borracha que no se dio cuenta que me besaba frente a él. Eso, o era una zorra desvergonzada. Otra vez fui empujado y derribado, pero como ya se me había bajado un poco la borrachera, me levanté y contraataqué como ninja. Se armó el desmadre, sus amigos se metieron, los míos también. Caos. Ojos azules fue quien me alejó del zafarrancho. También estaba borracha. Los amigos de fresa babosa me pidieron amablemente que me abriera a la verga y como ya eran las 3 de la mañana y no había pizza, acepté.

Tuve que admitir que sí me había divertido. No le conté a ojos azules de tatuaje y qué bueno porque cuando llegamos a su casa, también me besó y acabé siendo su novio. Pero esa es otra historia que tal vez nunca sabrán porque no tiene tigres.

Fin del relato, háganlo película.

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