Tuve la oportunidad de ir al clásico capitalino "Pumas vs América".
Normalmente jamás voy a esos juegos porque hay mucha gente pobre y prieta. Pero esta vez, la directiva (sabiendo lo cool que soy) me invitó y pues, no pude decirles que no.
Como saben (o no) aunque soy fan del fútbol, me da hueva andar discutiendo o andar peleando por eso. Si le vas al América y me dices que Pumas apesta, no logras hacerme enojar. Sólo logras que piense un rotundo "meh". Eso fue un dato curioso.
Nunca había ido a un partido de liguilla y menos a un clásico, así que estaba moderadamente emocionado.
Y por eso, muchachos y muchachas, traigo para ustedes un post que trata sobre ir a un partido de fútbol.
Todo empieza cuando te acercas al estadio y ves llegar a varias de las porras en sus transportes de lujo.
Te dan la bienvenida decenas de puestos donde venden artículos de los Pumas, comida y tal vez, mota.
Si das un rol por ahí, puedes encontrarte con los de la policía montada, que usan caballos porque les gusta ser dos veces animal; también te encuentras con el ejercito de vendedores del estadio preparados para el bisne.
Y aprecias las banderas. *Suena el himno universitario*
Entré al estadio faltando dos horas para elegir el lugar que me diera la gana. O sea, yo no soy como ustedes, jodidos, que hace cola y son registrados como si fueran terroristas. Ah no, yo pasé tranquilamente por una puerta especial, sin filas y con un trato amable.
Lo mejor de entrar con anticipación, es que disfrutas del hermoso y vacío estadio.
Poco a poco ves cómo se llena el estadio. Nunca había ido a un partido en el que hubiera tanta gente. Ves como llegan los aficionados y te emocionas por el ambiente. Todo es goyas y diversión hasta que recuerdas que odias a la gente y te molestas porque está hasta la madre y no cabe ni un alfiler.
Pero cuando ves lo chido que es un estadio lleno te motivas, te fundes en uno solo con la afición, alcanzas la gloria. Y te comes una torta bien efectiva.
En lo que el partido empieza, no puede faltar Goyo, la simpática botarga mascota de los Pumas.
Al fin y después de dos horas de espera, los equipos salen al campo. Y ese momento es cuando la afición y tú gritan con todo el corazón, apoyan a sus muchachos hasta el fin.
Y luego vives 90 minutos estúpidamente aburridos, donde ves a unos Pumas sin idea, que comenten un error que les cuesta el gol de un chango y que permiten que troncazos como Robin Ramírez siga estorbando en la delantera.
El partido acaba y te vas molesto y cansado.
Pinches Pumas.
En fin. El sábado es la vuelta y quizás también vaya. Aunque se ve difícil, creo que los Pumas pueden lograr ganar si salen con actitud positiva.
¿Qué aventuras me esperan en el estadio Azteca? ¿Haré otro post con las fotos que tome ahí? ¡Averíguenlo en el próximo episodio de "Azul y Oro con El Maestro"!
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